Título: El Viaje de Hawkwood (Las
Monarquías de Dios I)
Autor: Paul Kearney
Género: Baja Fantasía
Editorial: Alamut
Páginas: 352
Los seguidores del Profeta acechan los
reinos ramusianos. Han conseguido conquistar la gran ciudad de Aekir. Corfe,
uno de los defensores de la muralla caída, deserta para seguir el flujo de los
refugiados. Mientras tanto, el capitán Hawkwood ve como la ciudad de Abrusio es
víctima de uno de los inceptinos que, en sus ansias de demostrar que su fe no
reconoce leyes humanas, se enfrenta al rey Abeleyn, iniciando una purga de
herejes, descreídos y practicantes de dweomer.
La estabilidad política, tanto en las cortes reales como en los templos
inceptinos, se ve tambaleada por la arrogancia y la ambición, creando un clima
interno insoportable y terriblemente inoportuno en un momento en el que los
perros merduk están conquistando los reinos del Santo Ramusio. Por si eso fuera
poco, Hawkwood se embarcará en un peligroso viaje sin aparente relación con
toda esta enrevesada trama, un viaje que resultará estar maldito, aunque quizás
no por fuerzas divinas.
Vamos a analizar esta pequeña joya de la
literatura fantástica con mucho cuidado. La diseccionaremos con cariño y
emoción, porque lo merece.
En primer lugar, como me gusta hacer
habitualmente, vamos a hablar de la narración en sí. La retórica del autor es
simplemente deliciosa, de esas que te arrancan una sonrisa estúpida cuando
abres el libro por donde lo has dejado y lees un par de frases. Metáforas,
símiles, ritmo, descripciones… su uso del lenguaje tiene un nivel al que cuesta
encontrar fallos. Si decía de “El Nombre del Viento” que su narrativa te acuna
y te hace mantenerte en un estado agradable, en el mismo sentido que lo es
notar la calidez del sol en una mañana fría, la de “Las Monarquías de Dios” te
atrapa, te excita, te emociona y te zarandea a veces, como una montaña rusa. A
la vez que utiliza una retórica muy cuidada, tiene una fluidez en el lenguaje
envidiable, una combinación difícil de conseguir.
Su forma de presentar la política hace que
te metas en situación de tal forma que te puedes quedar literalmente
boquiabierto (a mí me ha pasado) cuando uno u otro personaje dice algo
inesperado o fuera de lugar para la posición social que ostenta y la situación
concreta en la que está envuelto. Los diálogos, cuidados hasta el extremo en
las delicadas situaciones de la corte, evidencian los juegos de palabras, las
medidas exactas de los practicantes de la política y sus artimañas, verdades a
medias o amenazas disfrazadas de elogios. Estas escenas resultan especialmente
fascinantes.
Como nada puede ser perfecto, veo dos
fallos en la narrativa de este libro. El primero es que necesitas un
diccionario al lado la mitad de las veces si quieres comprenderlo por completo.
Yo no sé si el autor es navegante, pero habla de las partes del barco y de
términos marinos con una precisión admirable, como admirable es el trabajo que
ha debido de hacer el traductor para transmitirlo todo. Para los que no sabemos
nada de barcos, esto es un inconveniente. Pasa un poco también en las
cuestiones militares: armas, defensas, ataques… pero son mucho más
comprensibles. El segundo fallo implica un tirón de orejas para el
traductor/editor. Todos sabéis cuánto me gusta esta editorial y estoy
acostumbrada a que haga un trabajo impecable en cuestiones de redacción y
traducción. Pues bien, en esta novela he encontrado unos cuantos errores que
merecen una amonestación cariñosa pero firme.
Pasemos ahora a los personajes.
Los hay de todas las clases y en sí,
individualmente, no los destacaría especialmente, al menos a la mayoría (con
notables excepciones). En cambio, las situaciones que se dan entre ellos, la
forma de llevarlos y de compaginarlos que tiene el autor, hace que ganen el
interés del lector. Es decir, es en las relaciones interpersonales donde los
personajes cobran vida y ganan volumen aunque por sí mismo no resulten
remarcables. ¡Y cómo cobran vida!
Cabe hacer el inciso de que el autor
describe sin tapujos las escenas de sexo entre ellos. No da la impresión de que
se recree en ellas, simplemente las muestra, de forma que las líneas no suenan
a “novela rosa” ni empalagan, y en cambio te dejan una agradable sensación.
Tampoco en ellas pierde sus capacidades de mostrar esa retórica tan cuidada de
la que hablábamos antes.
Volviendo a los personajes, al principio
puedes incurrir en el decepcionante error de pensar que va a ser partidista y
clásico, poniendo a los buenos como buenos y a los malos como malos. Nada más
lejos de la verdad. Algunos personajes son sencillamente inclasificables en tan
burdos términos. Aunque encontraremos personajes que podamos poner más o menos
sin lugar a dudas en uno u otro bando, tendremos que cuidar nuestros juicios,
porque la mayoría nos sorprenderá con acciones que no esperábamos de ellos.
Sabéis cuánto me gusta que se juegue con
los claroscuros de los personajes.
Dicho lo cual, adentrémonos en lo que para
mí es el fuerte del libro: La trama.
Una de las cosas más asombrosas de este
libro es que no se me ocurre una persona a la que no le pueda gustar en
absoluto. Me explico. Por un lado tienes la fantasía, los practicantes de
dweomer, que vienen a ser magos, y por supuesto los cambiaformas y demás
criaturas. Por otro lado tienes la aventura, representada de una forma tan
absurdamente evidente como deslumbrante en el viaje marino. ¿Qué te va más la
política? No hay problema, desde luego, y da igual si te atrae en mayor medida
la de las relaciones cortesanas o la de las jerarquías eclesiásticas, tienes de
ambas. ¿Eres más de misterio? No importa, en el barco puedes jugar a “quién es
el asesino” (aunque en este aspecto admito que yo y muchos lo descubriréis un
poco pronto) o elucubrar sobre lo que se esconde realmente detrás de ese viaje,
que imagino que lo sabremos en el próximo tomo. Si eres de los que sienten
predilección por las acciones bélicas, faltaría más, tendrás tus asedios y
luchas. En caso de que te vaya más la literatura histórica, encontrarás muchas
referencias y el ambiente está tan perfectamente representado que la fantasía
te resultará casi secundaria. ¿Prefieres situaciones en las que los personajes
se ven obligados a tomar decisiones difíciles? No te van a faltar. Tal vez, en
cambio, te da cierto morbo el estilo “telenovelesco” de amores imposibles o
hijos ilegítimos; en tu caso, te aconsejo que no pierdas de vista a Jemilla,
Griella o Murad.
En definitiva, el libro es tan completo
que resulta abrumador, pero no hay que preocuparse, el autor se toma su tiempo
para avanzar en la trama. Nunca dejan de pasar cosas, pero todo a su ritmo y
sin que te pierdas nada.
¿Una objeción a la trama? Para mí, es muy
previsible. Pero no es como pensáis. En la mayoría de las ocasiones no te
decepciona que las cosas ocurran como esperabas, sino más bien al contrario.
Estás leyendo una parte y pensado “ojalá ocurra esto” y te mantienes expectante
hasta que, efectivamente, pasa como tú querías que pasase.
No es por nada, pero eso demuestra que el
autor tiene una capacidad para despertar deseos en el lector y luego
satisfacerlos admirable.
Bueno, creo que puedo afirmar sin lugar a
dudas que este es uno de los mejores libros que he leído. No es que os lo
recomiende, es que os aconsejo fervientemente que corráis a la librería más
cercana a haceros con una copa. Ya, según terminéis de leer.
Pronto os traeremos a Remolino de Tinta la
segunda parte, que ya tengo en mis manos. ¡Estad atentos!
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